Y
los vio nacer en primavera y se enamoró de sus pomposas colas. Ella se divertía
viendo los pequeños cuerpos saltar y atravesar las murallas de flores y hojas.
Pasaba horas sentada esperando la oportunidad para una foto pero siempre salía
borrosa. En las vacaciones de verano le pareció que no salieron de sus madrigueras.
Para el otoño observo que todos los conejos habían cambiado su pelaje, eran
blancos y uno en espacial llamó su atención, era el que llevaba colgado un
reloj. A finales de octubre, después de la primera nevada y mientras caminaba
del colegio a casa divisó agonizante en la acera al conejo blanco y su reloj.
Ella lo recogió, envolvió y llevó con rapidez hasta el cálido vestíbulo del
edificio. Pero el desaparecía lentamente entre las toallas cálidas. Al final
solo quedo el sonido del reloj y una voz que gritaba, Alicia.
Alejandra B Gutiérrez
Este minicuento está publicado en la revista de escritura expresiva número siete, Descalzos o en Chancletas. https://repositorio.unibague.edu.co/entities/publication/168ec915-e02c-4c07-9ea1-e599caf408e7